La Naturaleza del Trabajo en el Fin de Siglo

La Naturaleza
del Trabajo en
el Fin de Siglo

César Altamira

Memoria


Junto a la problemática del desempleo que ocupa el centro del debate político de nuestros días, ha cobrado importancia el planteamiento acerca de la reducción del tiempo de trabajo, así como el de las distintas variantes de redistribución de los ingresos que deberían acompañar a estas medidas: seguro de desempleo, ingreso ciudadano etcétera. A pesar de haber alcanzado el control de la inflación y la estabilización de la tasa de cambios, las políticas de "desinflación competitiva", orientadas a la búsqueda de la competitividad sobre la base de la disminución de todos los costos que la cooperación productiva y las condiciones sociales de su reproducción exigen, se han revelado incapaces de alcanzar desarrollos económicos sustentables y socialmente inclusivos. La secuencia virtuosa de rentabilidad-competitividad- empleo adquiere características de verdadera parodia ante la persistencia de tasas de desempleo con notoria rigidez a la baja. En ese contexto, se reinstalan políticas orientadas al desmantelamiento definitivo del welfare state: mercantilización de la salud y mayor flexibilización laboral, acicateadas por un déficit fiscal que no se detiene.

Discutir la eficacia social o política de cualquiera de estas medidas nos remite previamente a la crítica del capitalismo, a la del estatuto del trabajo y a la de las políticas que ellas presuponen, así como a analizar los procesos de constitución política y las subjetividades de nuevo tipo que surgen.

En la era posfordista donde el sistema capitalista se ha expandido a nivel global incorporando todos los espacios sociales, donde la producción asistida por computadora (computer aided manufacturing: CAM) ha triunfado y la informatización se ha extendido en la sociedad, el trabajo y la cooperación social han devenido en una sustancia "social común". Lo que llama la atención es que a pesar de que el trabajo se expresa como sustancia común, la teoría no lo ha tenido en cuenta. Somos testigos de una paradoja: mientras el trabajo ocupa el centro de la escena y el corazón del debate, los discursos teóricos dominantes terminan marginándolo. Mientras los horizontes monetarios y políticos buscan suplir la ley del valor como elemento constitutivo de la ligazón social por diversas regulaciones políticas y monetaristas y excluyen al trabajo de la esfera teórica, no pueden hacerlo de la realidad. Esta situación no ha impedido que el Estado y su organización dependan de la construcción de un orden de producción y reproducción social que se asienta en el trabajo, dado que las formas del Estado y sus leyes evolucionan en función de las mutaciones que experimenta la naturaleza del trabajo. Pero si la naturaleza del trabajo y el trabajo concreto han cambiado, Àno significa esto un cuestionamiento a la posición central que ocupaba el proletariado industrial en la sociedad fordista? Los logros alcanzados por el capitalismo en los últimos tiempos y la extensión de sus relaciones a todos los órdenes de la sociedad generalizaron la ley del capital y sus formas de explotación y delimitaron autoritariamente las fronteras de las verdades posibles, extendiendo el mundo de la disciplina y el control y transformando la sociedad capitalista global en un sistema "sin exteriores".

La respuesta ensayada por el capital ante la ofensiva obrera de los setenta buscó desarticular la composición de clase cuya homogeneidad había dado sustento al ciclo de lucha. La ofensiva capitalista se propuso recrear los mecanismos de contención y dominación del trabajo. Es en ese contexto de permanente disputa entre el capital y el trabajo donde debe enmarcarse la introducción de las nuevas tecnologías la desconcentración o deslocalización de la producción fuera de las fábricas y el consiguiente desarrollo de los mecanismos de subcontratación; el crecimiento del trabajo en negro así como la redefinición de las relaciones entre empresa y estado; el desarrollo de políticas oficiales de contención salarial, el desmantelamiento de las viejas relaciones keynesianas. Los grandes consensos keynesianos, responsables de la integración social, fueron sustituidos por la ruptura de la unidad de clase, fractura interna que se expresa en el avance de las negociaciones individuales y en la creciente disminución de la sindicalización y en la constitución de una nueva minoría, los parados..

ÀCuáles son las características de la etapa presente? En primer lugar una creciente modificación de los procesos laborales debidos a la automatización de las fábricas y la informatización de la sociedad. Son los servicios que han penetrado en el corazón de la estructura fabril productiva provocando sustanciales modificaciones en la organización del trabajo y los procesos productivos. Pero se trata también de la diseminación de los diversos procesos productivos en el área de los servicios. Los modos de regulación de los flujos comerciales trascienden las barreras nacionales, articulados ahora por los conglomerados transnacionales que han alcanzado una entidad espacial mundializada.

Este proceso ha provocado la potenciación de la circulación en tanto espacio ocupado por el capital en su ciclo de producción y reproducción. Ya no bastan ni el control global keynesiano de la producción ni el control social. El problema sustantivo pasa a ser el control de la circulación en tanto espacio articulador entre la producción y la reproducción del capital. El tiempo de circulación ocupa un lugar central: la producción es subsumida por la circulación y viceversa, y el trabajo productivo ya no se limita a la producción de capital sino también a la reproducción social.

Puede decirse que uno de los fenómenos más importantes de mutación del trabajo es la modificación espacial experimentada por los procesos de trabajo, que han traspasado la fábrica para diseminarse en la sociedad en su conjunto. Ya no es posible considerar a la fábrica como el lugar paradigmático de la concentración del trabajo y la producción. Sin embargo la aparente declinación del estatuto de la fábrica no equivale en realidad a una declinación del régimen y disciplina laboral, sino más bien a que ellas no están localizadas. Como contrapartida de estos cambios, las relaciones de producción propias del capitalismo pertenecientes al régimen de fábrica se han expandido por la sociedad. Bajo estas circunstancias, Àqué validez adquiere hoy seguir pensando en las distinciones entre trabajo productivo y no productivo, entre producción y reproducción? ÀAcaso no es discutible hoy la validez de estos adjetivos cuando se disuelven las distinciones entre producción y reproducción, economía y sociedad, sometiendo todos los aspectos de la actividad humana a la lógica de la dominación capitalista? En la sociedad posfordista los espacios sociales que escapan a la lógica de la explotación y la dominación capitalista se han visto notablemente reducidos.

Del trabajo inmaterial .......

Asistimos a un cambio en la naturaleza del trabajo que tiende a convertirse en "inmaterial", intelectual, tecno-científico (lo que A. Negri denominó trabajo de cyborg, apócope de cybernetic organizers). Estas mutaciones han dado lugar a cambios en el proceso de trabajo que se caracterizan por el surgimiento de una red cada vez más densa de cooperación de distinta índole, por una integración del trabajo de apoyo en todos los niveles así como por una interrelación informatizada de todos ellos. Marx llamó a este tipo de trabajo "intelecto general".

Debe quedar claro que si bien el trabajo tiende a la producción inmaterial no es menos físico que intelectual. Lo que se ha producido es la integración de periféricos computadorizados al campo tecnologizado de la producción, modificando sustantivamente el proceso de producción, promoviendo su calidad y dando lugar a maquinarias y sistemas de producción de nuevo tipo. Las nuevas formas de trabajo son constitutivamente sociales en la medida que ellas determinan y construyen una red de cooperación productiva responsable de la reproducción social.

El trabajo inmaterial puede ser entendido en primera instancia como aquel trabajo productor del contenido informativo y cultural de la mercancía, concepto que se refiere a dos aspectos diferentes del trabajo concreto. El primero está relacionado con el contenido de información de que es portadora la mercancía y alude a las modificaciones del trabajo provocadas en las grandes empresas industriales y las grandes organizaciones pertenecientes al terciario. En efecto, en estos grandes centros de producción las tareas referidas al trabajo inmediato han cambiado y se encuentran subordinadas de manera cada vez mayor a la capacidad de tratamiento de la información. El trabajo a desarrollar compromete la habilidad para elegir entre diversas alternativas por lo que requiere de responsabilidad para la toma de decisiones. El concepto de interfase complementa de manera acertada las nuevas tareas: interfase entre diferentes funciones, entre distintos grupos de trabajo, entre niveles diferentes de jerarquías. El segundo, relacionado con el contenido cultural de la mercancía, alude a una serie de actividades que, si bien no se encuentran codificadas como tareas, tienden a definir el contenido cultural, artístico, de moda, gustos y consumo estándar; apoyados por lo que se conoce como la opinión pública.

Esta gran transformación surgió hacia mediados de los setenta cuando las tareas manuales comenzaron a incorporar procedimientos intelectuales y las nuevas tecnologías comunicacionales demandaron exigencias de conocimiento. Sin embargo, la oposición entre trabajo inmaterial y material, entre trabajo intelectual y manual, no puede dar cuenta por sí de la nueva naturaleza de la actividad productiva que integra y transforma esta separación. La división entre concepción y ejecución, entre trabajo y creación, superada en el proceso de trabajo, será posteriormente reimpuesta como comando político capitalista en el proceso de valorización. En estos tiempos, el anticipo marxiano de "intelecto general" adquiere verdadero sentido.

La composición de la fuerza de trabajo se ha modificado debido a los mayores niveles de formación exigidos y a la inversión de la relación entre saber y poder . A su vez, la importancia creciente del componente inmaterial del trabajo incorporado en el saber viviente de los hombres y en el saber muerto de las máquinas modifica el concepto tradicional de trabajo productivo. Este deja de estar ligado directamente a la producción material de mercancías y al papel motor de la manufactura mientras el sector de los servicios comienza a ocupar un lugar preponderante e independiente. El trabajo inmaterial, que se constituye bajo formas inmediatamente colectivas, vuelve casi obsoleta la concepción de productividad individual, mientras las ganancias de productividad adquieren un contenido social fuertemente cooperativo. De cualquier manera, esta hegemonía del trabajo inmaterial no es hoy más que una tendencia en la medida de que el taylorismo es todavía hoy una realidad tangible para miles y miles de trabajadores. Hablar de la centralidad del trabajo inmaterial permite echar luz sobre los intentos del capital por apropiarse de los usos lingüísticos, los comportamientos subjetivos y los propios deseos del obrero inmaterial. Permite también pensar en un nuevo sujeto obrero situado en el corazón de la nueva composición de clase en formación: el obrero social.

A la nueva composición de clase

Como hemos visto, el capitalismo tardío es testigo de notables incrementos y cambios en la cooperación social productiva. Con una fuerza de trabajo cada vez más abstracta, inmaterial e intelectual, la producción de riquezas depende cada vez más de la salud, de la formación y la educación de las fuerzas psicoafectivas y de la capacidad de comunicación y trabajo de cada uno de los sujetos comprometidos en el proceso de producción. Por ello, la problemática del empleo exige analizar previamente la nueva naturaleza social productiva así como su socialización que sin duda ha desbordado a la clásica empresa. Abordar la empleabilidad ligada a la fábrica como único espacio productor de riquezas es un contrasentido, aunque sea éste el tratamiento otorgado por los teóricos del capital y del gobierno. La empleabilidad fabril en todo caso implica la subordinación renovada del trabajo al capital. El problema se plantea porque el espacio fabril sigue siendo considerado como el único espacio de validación social de las formas de cooperación productiva. La lucha de los parados en este contexto invierte los términos del debate en la medida en que ya no se trata de financiar las empresas o el empleo, sino de financiar la nueva naturaleza social productiva, es decir, la salud, la formación, la movilidad, la comunicación.

Los cambios producidos en el mundo del trabajo en los últimos veinte años han afectado la dinámica y la composición de los diversos grupos sociales.

En primer lugar, tenemos los cambios en la composición técnica de la fuerza de trabajo que adquieren relevancia por dos razones: a) cualitativamente: el pasaje del fordismo al posfordismo alteró el proceso de producción, al autonomizarlo e informatizarlo. Este fenómeno ha provocado cambios en la naturaleza del trabajo, haciéndolo, como hemos visto, más inmaterial. Asistimos a una progresiva hegemonía de los instrumentos lingüísticos y comunicacionales en la producción de mercancías, por lo que el trabajo inmaterial y el trabajo intelectual han devenido componentes cada vez más importantes de la fuerza de trabajo productiva. b) cuantitativamente: asistimos a una especie de disolución de la manufactura y la gran industria en una red que integra la producción y los servicios. El trabajo productivo se disemina en la sociedad y la sociedad como tal se subsume en el proceso de producción. Mientras la fábrica se deslocaliza y la cooperación social alcanza el rango de cooperación productiva, la jornada de trabajo se flexibiliza y el mercado de trabajo se precariza. En conclusión, mientras la cooperación ha devenido más y más inmaterial y la fuerza de trabajo más cooperativa, la composición técnica del asalariado se ha vuelto más y más precaria.

Los cambios en la composición técnica provocan alteraciones en la composición política de la clase trabajadora, induciendo rupturas históricas. Si esto es así, Àno nos encontramos en la antesala de cambios sustantivos de la recomposición política de los trabajadores? ÀNo estamos en presencia de mutaciones significativas en las modalidades de organización y resistencia de los trabajadores a la dominación capitalista? Poco tienen que ver las modalidades de lucha y resistencia de los trabajadores en la época del New Deal y del Estado de bienestar democrático con las movilizaciones y planes de lucha de los tiempos posfordistas motorizados por la confluencia de las viejas y nuevas capas proletarias. Ahí están las luchas francesas de diciembre del 95 que bajo la consigna de "todos juntos" jaquearon la política de privatizaciones y las últimas movilizaciones de este año en Seattle que dieron al traste con la reunión de la OMC.

En este contexto, Àcómo reconstruir un nuevo centro coordinador de la lucha de clases? Solamente el análisis de la composición técnica puede ofrecernos, aunque de manera paradójica, la dimensión real de la potencia antagónica del nuevo sujeto-fuerza de trabajo. La paradoja reside en que -a pesar de que la nueva fuerza de trabajo tiene una potencialidad productiva mayor que la fordista y que se encuentra instalada en un lugar esencial de la producción, dado que dispone de su propia fuerza intelectual- posee un poder político mucho más débil que el de la clase obrera fordista. Dicho de otra manera, a pesar de que las fuerzas del saber están del lado obrero, de que la socialización de la producción permitió al nuevo proletariado aparecer con toda su fortaleza en la producción y reproducción social, el nuevo proletariado se encuentra dividido, segmentado y con bajo nivel de conciencia de su potencialidad.

La gran transformación en curso y su paradoja residen en que en la medida de que el trabajo inmaterial, que se ha vuelto un componente importante del proceso de trabajo, pertenece completamente al obrero, el sujeto-productor ya no se integra ahora a la producción sólo con el ropaje del capital variable, sino que es portador simultáneamente de componentes de capital constante. Así, el comando capitalista bajo estas condiciones deviene más y más parasitario más y más superfluo.

Imposibilitado de dirigir y direccionar unilateralmente el proceso de trabajo, como lo hacía anteriormente a través de la distribución arbitraria entre trabajo intelectual y trabajo manual, el capital se ve obligado a utilizar más frecuentemente el poder político en función represiva. Mientras la democracia se hace cada vez más restringida, el nuevo sujeto obrero reivindica para sí toda la hegemonía en el proceso de trabajo. Sobre esta potencialidad política se asienta la nueva composición de clase.

Del obrero social como nuevo sujeto a ...

La actual composición política (CP) de los trabajadores, es decir, su organización política, sus modalidades de lucha y de enfrentamiento y sus políticas de alianzas- se corresponde con una composición técnica pasada, debilitada y en proceso de extinción. Se relaciona con una composición técnica (CT) obsoleta, incapaz por tanto de hacer frente a las exigencias políticas de la etapa. El surgimiento de un nuevo sujeto político requiere poner en consonancia a la CP con la CT; la organización política y la determinación social del nuevo sujeto deben dar cuenta de la riqueza material y las dinámicas de la nueva CT. Esto significa proponer en primer lugar un proyecto de sociedad donde se privilegie el saber-trabajo y el saber- cooperación.

Es la hora del obrero social. El concepto de obrero social pertenece a la época en la que el ciclo del capital productivo no puede ser más identificado con la fábrica, sino con un proceso que transcurre en toda la sociedad. El obrero social es el sujeto social constituido en la dinámica del antagonismo cotidiano, portador, tanto en sus comportamientos como en su subjetividad, de la respuesta radical a la explotación y a la dominación capitalista en la época de la "subsunción real". Conforma la nueva figura obrera posfordista, de la misma manera que lo fue el obrero profesional calificado en la fábrica taylorizada, o el obrero masa en la fábrica fordista y del welfare state keynesiano. La categoría del obrero social no está referida a una figura de clase abstracta o sociológica, sino a un sujeto colectivo que se define en y por su relación conflictiva con el estado de cosas presentes. El obrero social es la figura obrera hegemónica potencial.

La composición de clase del proletariado social alcanza por su forma un grado esencialmente social con características polivalentes, alto grado de movilidad y contenido inmaterial e intelectual desde el punto de vista de la sustancia del trabajo.

Es el tipo de trabajo abstracto marxiano el que se ve modificado.

Simultáneamente se ha operado un proceso de fragmentación en el propio proletariado. Un sector protegido sindical y previsionalmente; y otro descentralizado y marginal, desprovisto de seguro social y profundamente explotado. En este marco se construye una "sociedad de asistencia" vergonzante que convierte a los pobres y precarios en sujetos de control al someterlos a técnicas de individualización y sumisión (véase el último proyecto del Poder Ejecutivo tendiente a mantener la ayuda social a condición de la escolaridad) sustentando lo que se ha dado en llamar los "gobiernos de la individualización". Las amplias capas de trabajadores sometidos a esta vida transitoria entre el empleo y el desempleo son testimonio de la forma violenta que adopta la subsunción real en nuestras sociedades. El hecho de que casi el 80 % de los nuevos contratos de trabajo sean contratos "precarios" nos habla de un deslizamiento del modelo de relación salarial, del corrimiento del trabajo asalariado hacia el empleo, que crean un mercado de trabajo donde el término medio son los empleos precarios y sus extremos el desempleo y el empleo. Nadie está excluido de esta dinámica. Y son las políticas estatales las que legislan sobre el paso de una situación precaria al paro o al empleo. Hay en esto un particular interés en modelar y regular la fuerzas social productiva. Ni las políticas de apoyo al empleo son productivas ni el seguro de desempleo es asistencia, sino formas sutiles de control y regulación de la fuerza social. Expresan de la manera más encubierta la moderna política de dominación y control del capital al trabajo.

Pero la desestructuración de la clase obrera repercute sobre la propia lógica de la reestructuración capitalista. El capital experimenta una presión social que lo desestructura. Y el centro del proyecto capitalista pasa a ser la conjugación del mando y el control social. Nunca como hasta ahora el Estado fue tan intolerante con aquellos espacios sociales ambiguos donde se constituyen las minorías sociales, entre ellos los parados. El Estado capitalista se refuncionaliza de acuerdo con la lógica del capital que procura su estabilización.

Ha surgido un nuevo tipo de sujeto proletario que trasciende los términos del trabajado productivo o improductivo. Pero también la composición de clase del proletariado se ve brutalmente alterada por la irrupción de los parados que cuestionan en su dinámica no sólo la disciplina de la empresa sino también su dependencia del Estado. Todo parecería indicar que la tendencia previsible es a la hegemonía del obrero social; mientras tanto, la virulencia de la oposición estará en manos de los excluidos sociales con fluctuaciones imprevisibles.

Los nuevos antagonismos de clase

El derrumbe del socialismo real y la crisis de la modernidad capitalista no pueden negar el proceso simultáneo de constitución de la subjetividad y de recomposición de la organización social. Este capitalismo que vivimos es portador de conflictividades y antagonismos de nuevo tipo.

En primer lugar, nos encontramos frente a una formidable asimetría entre un sistema de mando internacional -consustanciado con los instrumentos de control monetario y financiero de enorme peso y poder- y las necesidades de la valorización productiva del capital. Asimetría que implica crisis, porque este mando monetario y financiero ejercido por los bancos centrales nacionales y por el banco central mundial por excelencia, la FED, se muestra impotente para canalizar las demandas sociales que exigen poner en marcha una producción que reclama la participación y colaboración de la clase trabajadora, la recuperación de los mecanismos de cooperación productiva y que necesita igualmente de la inversión capitalistas.

En segundo lugar, somos testigos de nuevos antagonismos en la organización de la producción que reflejan los cambios producidos en el trabajo, es decir, en la composición de la clase obrera.

Mientras la empresa automatizada edifica la nueva valorización del capital apelando al "alma" del obrero y al compromiso de su inteligencia, el sector terciario basa su productividad en la capacidad del sujeto que trabaja recogiendo y utilizando en el acto productivo la propia relación social. La valorización en el trabajo de la comunicación se construye sobre la creatividad de la cooperación y el despliegue de la subjetividad interactiva. No caben dudas, entonces, acerca del surgimiento de nuevos antagonismos: en todos estos nuevos espacios productivos la subjetividad se opone radicalmente al mando. La asimetría entre mando y producción equivale a crisis macroeconómica, que a nivel micro se refleja en la reacción subjetiva contra un orden que pretende ser legítimo pero que no sabe ni puede organizar el consenso, la participación y la representación.

Sobre este cuadro de nuevos y renovados antagonismos, cabalgan las violentas revueltas sociales de nuestros días. Seguramente se gestarán nuevas dinámicas de resistencia y nuevas modalidades de cooperación en espacios que las políticas hoy en boga no logran ocupar, porque sólo aquellos que tienen en sus manos la clave para desandar el camino de la dominación pueden construir el futuro. Transitamos una época donde las posibilidades para hacer anticipaciones teóricas y políticas exige colocar en el corazón de nuestros análisis los nuevos antagonismos y las nuevas contradicciones. Sólo en esa perspectiva será posible la refundación de una política de nuevo tipo.



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