Contribución al 6º Congreso Nacional de Bibliotecología y Documentación, Bogotá, Colombia, 4- 7 de julio del 2000 "Cultura digital e información en el próximo milenio"

PERSPECTIVAS DE
UNA CULTURA DIGITAL
EN LATINO AMERICA

Rafael Capurro

University of Applied Sciences
Hochschule der Medien



Indice

Introducción
I. Experiencias y proyectos latinoamericanos de tecnología de información
II. La misión de las bibliotecas en una cultura digital
Conclusión
Literatura

Introducción

Estimados colegas: para un uruguayo que vive hace treinta años radicado en Alemania no es fácil escribir en español sobre un tema especializado y más teniendo la intención de decir algo que pueda servir de orientación en un marco cultural específico como es el de Latinoamérica y en especial el de Colombia. A esto se añade la dificultad del tema mismo de este congreso. La cultura digital está, como Uds. saben, en sus comienzos y es tan difícil pronosticar su desarrollo en los próximo años, ni que hablar del próximo milenio, como lo hubiera sido en el siglo XVI con respecto a la nueva técnica inventada por Gutenberg y a la cultura o mejor dicho a las diversas culturas de lo impreso a las que dio lugar. Por otro lado no es recomendable entregarse al futuro como a algo que adviene mecánicamente, ya que si bien no podemos saber con certeza el desarrollo de las acciones humanas, tenemos sí la posibilidad de fabricarnos técnica- y culturalmente dentro de un "programa de existencia", como lo dice Ortega y Gasset en su libro Meditación de la técnica basado en un curso desarrollado en el año 1933 en la Universidad de Verano de Santander y publicado luego en La Nación de Buenos Aires (Ortega 1965). Eso que llamamos nuestra vida no es ni más ni menos que un proyecto.    

Ortega distingue tres estadios de la técnica: la técnica del azar, la del artesano y la del técnico. La pólvora, la imprenta, la brújula y el compás son los inventos que unen al hombre con lo distante, los que posibilitan una actio in distans. Refiriéndose a la imprenta escribe Ortega que ella pone en contacto    

"al individuo solitario, ensimismado, con esa periferia infinita - en espacio y tiempo, infinita en el sentido de no finitos - que es la humanidad de posibles lectores". (Ortega 1965, p. 71)

Leyendo esta frase desde la perspectiva de la Internet salta a la vista el cambio de paradigma cultural producido por esta otra técnica, la de las redes digitales, que tienen la posibilidad no sólo de conectar al "individuo solitario" con una periferia infinita de lectores, sino también de comunicar a los individuos mismos, transformando autores y lectores en participantes virtuales de un diálogo y de una acción común a la que podríamos llamar actio digitalis in distans. La imprenta fue, en otras palabras, una forma entre otras de actuar a distancia. A diferencia de la red telefónica, la Internet permite no sólo una relación interindividual (de uno a uno), o, como los medios de comunicación de masa, una relación de uno a muchos, sino también una acción comunicativa de uno a muchos, y de muchos a uno, de muchos a muchos.    

Al fin de su Meditación contrapone Ortega las técnicas de Occidente o de "Euramérica" a las "técnicas del alma" del Asia, y termina con esta frase:   

"Desde hace años sueño con un posible curso en que se muestren frente a frente las técnicas de Occidente y las técnicas del Asia." (Ortega 1965, p. 95)

Tal vez sea así, que la cultura digital ofrezca la posibilidad de realizar este sueño Ortegiano, no tanto en el sentido de un "frente a frente", sino más bien de una nueva técnica que no contraponga, como las técnicas modernas, el dominio de lo material, cristalizado en la máquina al servicio del proceso industrial, a las técnicas espirituales, sino que transforme la vida del hombre en su totalidad. En este caso la cultura digital es algo así como un proyecto vital en el que la "técnica del técnico", cristalizada en la figura del ingeniero, cambia en dirección a lo que hay llamamos ingeniería del conocimiento pudiendo operar conjuntamente como técnica del espíritu o por decirlo en términos menos idealistas, como técnica de software.    

Lo que acontece entonces, es la conciencia más clara de que desde nuestros mismos comienzos hemos estado abiertos a posibles cambios mediales. Con éste último término quiero señalar que una peculiaridad de nuestra situación en el mundo, a diferencia de otros seres vivientes, es justamente el no estar fijados evolutivamente a un programa y a un medio de comunicación determinados. Tomamos también conciencia que las técnicas intelectuales no están separadas de las técnicas materiales, y aún mas, que la tecnificación del saber, de su estructuración, desarrollo y comunicación es condición de posibilidad de todas las otras técnicas, tanto de las "modernas" como de las del "alma" (Capurro 1995). Naturalmente no estoy diciendo con esto que el informático es ahora no sólo el sustituto del ingeniero, sino también del filósofo o, aún más, del sacerdote. Tomo el término software no en el sentido técnico utilizado normalmente, sino en un sentido más amplio para indicar una forma de estructurar, desarrollar y comunicar el saber que ofrece posibilidades específicas de una actio digitalis in distans no realizable de esta manera en otros medios.    

Por cierto que cada medio es capaz, dentro de su propia modalidad, de simular e integrar a los demás. Baste pensar en la simulación de un diálogo hablado en un diálogo escrito. Esta fue justamente la forma Platónica de mostrar la identidad y la diferencia entre ambos medios. Es así entonces que cada medio puede decirlo todo por no de forma total. O, para expresarlo con una compacta fórmula latina: "totum sed non totaliter". El cambio de medio significa necesariamente una pérdida y una ganancia de cualidades específicas. Esto es lo que indicamos con el término artificial. Para que algo pueda ser cualificado de artificial es necesario realizar un cambio ya sea con respecto a la sustancia y/o a los procesos de lo que se pone como "original" y con respecto a lo cual justamente se pretende crear una diferencia, como lo indica el investigador italiano Massimo Negrotti en su libro The Theory of the Artificial (Negrotti 1999).    

El paradigma o "proyecto vital" de la cultura digital no por ser universal o global es menos artificial que el de la imprenta con sus quinientos años de desarrollo o que el de la escritura en general y ni que hablar del lenguaje humano mismo. A diferencia del paradigma de la imprenta, el paradigma digital permite trasponer cierto tipo de cualidades de la comunicación y acción humanas que hasta ahora se realizaban por otros medios con sus limitaciones en el plano temporal y espacial. Lo que hasta ahora era artificial, por ejemplo un texto impreso, respecto por ejemplo a la oralidad, pasa a su vez a ser un "original" transformado artificialemente en el medio digital. Esto tiene consecuencias muy amplias. Pensemos por ejemplo en las cualidades espacio-temporales de la comunicación oral y en la capacidad específica de la escritura de mantener y transformar artificialmente lo dicho en forma distinta a lo que logramos por ejemplo con la memoria y en lo que sucede cuando lo impreso se pone a disposición de los usuarios en una biblioteca digital. Y pensemos también en las transformaciones radicales de todo el sistema de adquisición y transmisión del saber, tanto en el campo de la educación y de la investigación científica como particularmente en el de la economía, donde el tema de la administración y creación de los conocimientos (knowledge management y knowledge creation) juega actualmente un papel preponderante en la reorientación de las empresas frente al desafío de la cultura digital.    

En un profundo y erudito estudio con el título Histoire et pouvoirs de l'écrit señala Henri-Jean Martin que la aparición de la escritura hace unos 5000 años cierra el período de la revolución neolítica, que data de unos 10.000 años. Esta última revolución fue ayer, la de la escritura es hoy (Martin 1988, p. 19). El desarrollo de los medios de comunicación en los últimos doscientos años, como quien dice hace diez minutos, transforma a su vez radicalmente la cultura de la imprenta, y más allá de ella, la base de las actividades humanas en general. Los medios de comunicación se muestran progresivamente como fundando a los medios de producción. Esta ha sido, a mi modo de ver, una de las grandes lecciones de la historia de la segunda mitad del siglo XX.   

Pero retornemos a los problemas más prosaicos de un uruguayo radicado hace treinta años en Alemania que intenta reflexionar sobre las perspectivas de una cultura digital en Latinoamérica. En octubre de 1997 la UNESCO organizó un foro virtual sobre ética de la información (UNESCO 1997) como preparación al "Segundo Congreso Internacional de la UNESCO sobre los desafíos éticos, legales y sociales del ciberspacio" que tuvo lugar en Mónaco un año más tarde (UNESCO 1998). Uno de los temas discutidos en el foro fue "Pobres y ricos en información" que yo tuve el honor y también el gusto de moderar. Entre los participantes de este grupo se encontraba Daniel Pimienta, quien es Presidente de FUNREDES (Fundación Redes y Desarrollo), una organización no gubernamental con base en Santo Domingo, República Dominicana. Fue así como comencé a hacer mis primeras experiencias con un foro internacional, trabando contactos en la red con colegas de diversos países y culturas con inquietudes e intereses similares. A través de FUNREDES conocí también las actividades de un proyecto de esta organización denominado MISTICA (Metodología e Impacto Social de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación en América) en cuya ciberoteca he encontrado interesantes documentos sobre el desarrollo de la cultura digital en Latinoamérica. A esto se añade también la participación en la lista de correo electrónico de este proyecto con colegas que viven y crean día a día una cultura digital en Latinoamérica. Daniel Pimienta me puso en contacto con Ricardo Gomez del International Development Research Centre en Canadá y este a su vez me recomendó los trabajos del periodista mexicano Raúl Trejo Delarbre. Toda una red de relaciones que, como Uds. pueden apreciar, se va abriendo día a día, facilitada por el medio digital pero también produciendo sus frutos en experiencias cara a cara como en este congreso.   

Por supuesto que el tema que me he propuesto abordar es extremadamente amplio y complejo, no sólo en lo que respecta a las nacientes culturas digitales en Latinoamérica sino también a la diversidad de su historia y proyectos vitales. Quisiera por eso hablar más bien de "una" y no de "la" cultura digital. Con ello quiero indicar que el artículo indefinido permite abordar una posible diversidad y se contrapone por ejemplo a la idea de importar la preexistente cultura digital, teniendo en cuenta que la cultura anglosajona en general y la norteamericana en particular juegan un papel preponderante en el desarrollo de la Internet. También la cultura del libro pasó a ser patrimonio de la humanidad incorporándose de diversas formas en tradiciones mediáticas preexistentes, a pesar de haber estado en sus comienzos al servicio de actividades hegemoniales europeas. El mestizaje cultural en el cyberspace es uno de los fenómenos culturales mas fascinantes del mundo actual, tanto en sus formas positivas de diferenciación y de mutuo enriquecimiento como en las negativas de homogeneización incluyendo a veces políticas digitales de tipo proteccionista o isolacionista.    

La teoría de los medios nos ha permitido reflexionar en los últimos años no sólo sobre las cualidades y potencialidades de los diversos medios, sino también sobre su predominancia y einraice cultural así como sobre los conflictos y oportunidades de la penetración de nuevos medios en diversos contextos. Pensemos por ejemplo en el impacto de la televisión en las culturas musulmanas o en el de la imprenta en culturas orales. Es interesante observar cómo la Internet juega un rol preponderante en los países del norte de Europa, mientras que los italianos por ejemplo usan masivamente el teléfono celular. En el análisis que sigue voy proponer dos temas a su consideración. Por un lado voy a abordar el tema de una cultura digital partiendo de algunos resultados empíricos. En segundo lugar quisiera referirme al rol de las bibliotecas públicas en una cultura digital y a lo que podemos llamar con Ortega la "misión del bibliotecario" (Ortega 1976).  
  

I. Experiencias y proyectos latinoamericanos de tecnología de información

   
Antes de presentar algunos datos sobre el desarrollo de la Internet en Latinoamérica quisiera destacar dos eventos recientes. Se trata por un lado del Simposio Latinoamericano y del Caribe: Las tecnologías de información en la sociedad. Uso e impacto presente y futuro que tuvo lugar en Aguascalientes (México) del 13 al 15 de octubre de 1999 y que fue organizado por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) de México y el Programa Intergubernamental de Informática de la UNESCO (Simposio 2000) y por otro del Primer Foro 2000 en torno a la sociedad de la información con el tema "Desafíos en la Sociedad de la Información en América Latina y Europa" que tuvo lugar del 19 al 21 de enero del 2000 en Santiago de Chile y que fue organizado por el CREPAC (Centro Regional de Educación Permanente y Acción Cultural de Aquitania) y su eslabón latinoamericano el UNICOM (Foro 2000). Estos simposios indican tanto la importancia creciente de la cultura digital en Latinoamérica así como tambien el alto nivel teórico alcanzado.   

En un artículo que lleva el título The Hall of Mirrors of Internet in Latin America señala Ricardo Gomez que la Internet en Latinoamérica ha crecido un 100% entre 1997 a 1999, siendo usada por más de de 5 millones de personas, lo que significa un 1.5% de la población de esta región y un 5% de los usuarios a nivel mundial que serían actualmente unos 165 millones (Gomez 2000). Es de tener en cuenta además que la mayoría de las páginas en la Internet - un 83% de alrededor de 800 millones - están en inglés y son de carácter comercial mientras que las websites en español están en un período incipiente. El periodista y sociólogo mexicano Raúl Trejo ha publicado estadísticas detalladas al respecto (Trejo 1999). Trejo indica la falta de políticas estatales para la promoción de una cultura digital, siendo así que el costo de los servicios de conexión, el de los equipos de cómputo y el de la capacitación de los usuarios son vistos como las tres barreras más importantes para el uso de la red. Sin ello tampoco es posible crear sitios web con información autóctona, algo que, como veremos, es también recalcado como una necesidad vital por otros investigadores latinoamericanos. Finalmente indica Trejo que si bien la cultura digital es una cultura global es necesario instalar accesos locales en sitios públicos.    

Esto último nos abre al tema de las bibliotecas digitales que trataré más adelante. La pregunta clave es, claramente, el saber hasta qué punto la Internet es un lujo en Latinoamérica, o, para decirlo cambiando una fórmula conocida: primum vivere et deinde computare. ¿Conexiones o comestibles? Esta es una falsa alternativa sobre todo si pensamos que el desarrollo del comercio mundial va justamente en dirección hacia una economía digital. Esta pregunta debería más bien abrir el campo de una reflexión y de una acción mucho más compleja que tome conciencia del enraizamiento de distintos medios de información, publicación y comunicación en distintas culturas y en situaciones locales concretas. En otras palabras, la cultura digital no es sólo parte de la solución, sino también parte del problema. Todo medio de comunicación abre posibilidades específicas y cierra otras, propias de otros medios. Ningún medio, como decíamos al comienzo, es absoluto. Al comienzo de una revolución cultural hay incertidumbre y desorientación. Mientras unos tienden a quedarse apegados a un status quo otros se hacen profetas de un paraíso terrestre en el porvenir. Estas son, nuevamente, alternativas y perspectivas falsas.    

Es interesante ver que tanto Gomez como Trejo hacen uso de varias metáforas al hablar de la Internet y se refieren en especial a tres creaciones literarias de Jorge Luis Borges: La biblioteca de Babel, El libro de arena y El Aleph. Trejo habla también de la Internet como de una "alfombra mágica" o de una "torre de Babel" y Gomez de un "cuarto de los espejos". Hay algo común en estos cuentos e imágenes: es el sentimiento de encontrarse en una situación compleja, no tanto en una red sino más bien en un enredo infinito de relaciones que, como "el libro de arena", no tienen ni principio ni fin. El desconocido que intenta vender "el libro de arena" dice a su posible comprador que ojea al azar distintas páginas: "Mírela bien. Ya no la verá nunca más" (Borges 1984: 96). El comprador busca de nuevo vanamente una pequeña ilustración, "un ancla dibujada a la pluma, como por la torpe mano de un niño". Pero la búsqueda inútil lo desconcierta aún más. No hay posibilidad de fijar o anclar lo encontrado. Al intento de retener el índice con el dedo pulgar y de pasar a la primera página fracasa porque siempre brotan nuevas páginas. ¿Cómo no pensar aquí en la Internet y en las técnicas reticulares del hypertext, sin primera ni última página y en esas frágiles "anclas" que curiosamente se les llama en inglés bookmarks como queriendo recordar vanamente el carácter de permanencia de lo impreso, así como en lo que sería aparentemente la primera página o la primera website indicada por, digamos, una búsqueda en Altavista? Ustedes conocen también La biblioteca de Babel con su número infinito de libros y su catálogo de catálogos, una biblioteca que en último término puede reducirse a un libro con páginas infinitamente finas y cuya página central no tendría reverso! Estas imágenes recalcan la necesidad urgente de una orientación cultural que si bien es de carácter eminentemente social debería estar acompañada, no dominada, por una política estatal. Aquí es donde creo que las bibliotecas públicas pueden jugar un rol importante, ya que tienen una gran tradición y experiencia, cuya influencia cultural durante siglos es indiscutible.   

Trejo se formula diversas preguntas que él ve como objeto de una discusión urgente en vistas a una cultura digital en gestación. Ellas son:   

"-Las estrategias de comunicación y las infraestructuras, ¿qué tan lejos pueden y deben facilitar la producción local y el intercambio sur/sur?   

-¿Quién, si es que alguien, debería controlar la generación y el flujo de información a través de un sistema cuya transparencia tecnológica funcione en contra los regímenes de información altamente regulada por los gobiernos en muchos de los países más pobres?  

-¿Cómo, si es factible, puede ser ubicado este enfoque en los planes de negocios de las industrias globales de comunicación, conocidas extensamente en el flujo norte-sur de programación para la radio y TV, libros, tráfico de telecomunicaciones, aprendizaje e intervención especializada?   

-¿En qué magnitud amenaza ese flujo a las cultura frágiles?   

-¿Cómo pueden ser protegidos los derechos de propiedad intelectual del conocimiento autóctono?" (Trejo 1999)

Trejo propone a continuación una serie de problemas socio-culturales que conciernen lo que hoy llamamos una ética de la información. Son éstos por ejemplo el problema de la censura, el correo chatarra, la encriptación de mensajes, la desorientación y perplejidad provocada por la inmensa variedad y calidad del material accesible en la red y la comercialización que lleva consigo la creación de nuevos tipos de relaciones de trabajo con consecuencias fundamentales para la vida en muchas regiones del mundo.    

Estos son problemas y temas tratados a nivel internacional en el ya mencionado foro de la UNESCO así como en el "Segundo Congreso de Etica de la Información" organizado por la UNESCO en 1998. Basándose en particular en los artículos 19 (libertad de opinión y expresión) y 12 (respecto al ámbito privado) de la "Declaración Universal de los Derechos Humanos", UNESCO propone crear una cultura digital en basada en estos principios que lleve a un fortalecimiento de la participación democrática. UNESCO propone además una serie de medidas concretas para poner en práctica estos objetivos en el marco de organizaciones internacionales. Entre estas no está de más mencionar el trabajo del "Observatororio sobre la sociedad de la información" con un boletín semanal de noticias en español, francés e inglés (UNESCO: Observatory) el cual está estructurado de la siguiente manera:   

En el capítulo 17 del World Communication and Information Report 1999-2000 de la UNESCO se encuentra también un informe detallado sobre la situación de las tecnologías de la información en Latinoamérica y el Caribe (UNESCO 1999-2000).   

Permítanme que aproveche esta oportunidad para comunicarles que en 1999 creé un "Centro Internacional de Etica de la Información" (ICIE = International Center for Information Ethics) con el objetivo de conectar a los colegas que trabajan en este campo en el plano académico. Este centro colabora con las universidades de Long Island y de Yale, siendo esta última quien hace el espejo del ICIE en los Estados Unidos.   

Entre los esfuerzos latinoamericanos para el desarrollo de una cultura digital quisiera acentuar la acción de FUNREDES. Esta fundación actúa desde 1988 y está dedicada a la diseminación de las nuevas tecnologías de la información y comunicación, orientada hacia los usuarios y los contenidos. Su metodología conecta intimamente el trabajo conceptual a la práctica. Ha creado tres redes nacionales de investigadores en Perú, República Dominicana y Haití, facilitando la creación de redes nacionales así como la organización de comunidades virtuales. Un objetivo principal de investigación es el del impacto de las nuevas tecnologías a los niveles socio-culturales y lingüístico. FUNREDES apoya también especialmente la creación de una cultura de democracia participativa apoyada en las nuevas tecnologías (FUNREDES 1999).   

En su Diagnóstico Internet en América Latina y el Caribe Daniel Pimienta indica que su objetivo es analizar la capacidad propia de estos países de utilizar la Internet para promover sus propios recursos, productivos y servicios de información en vez de analizar la Internet puramente como recurso e acceso a la información de los países del Norte. Basado en esto Pimienta diferencia entre:   

"un@ usuari@ poco capacitad@ que surfea el web, participa en chats y termina siendo un@ consumidor@ global y un@ usuari@ conciente y capacitad@, capaz de organizar su comunicación, pertenecer a comunidad virtual, buscar información, y termina siendo un@ productor@ y agente del cambio de paradigma." (Pimienta 1999)

Pimienta pone como ejemplo de una cultura digital "consumista" a la República Dominicana, donde tres proveedores de servicios Internet son al mismo tiepo los tres operadores de telecomunicación, con una red académica principiante y un gran número de usuarios (unos 50.000) surfeando el web del Norte. Esta situación la contrapone Pimienta a la de Haití, con cinco proveedores de servicios Internet, distintos del operador de telecomunicación, un número de usuarios del orden de 5000, con un número de servidores superior al de la República Dominicana y una red académica que ha logrado conectar a los estudiantes. Desde un punto de vista social o cultural, el estado de la Internet en Haití es mejor que el de la República Dominicana! Pimienta señala lógicamente la necesidad de lo que podríamos llamar una política para el desarrollo de una cultura digital "productiva" "con visión al desarollo basada en objetivos nacionales y regionales y apoyada en los esfuerzos de capacitación apropiado." (Pimienta 1999)   

FUNREDES ha lanzado un proyecto de dos años denominado MISTICA ("Metodología e Impacto Social de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación en América) que tiene como objetivos el fortalecimiento de los actores sociales en lo que en este congreso llamamos una cultura digital así como la experimentación de una metodología para comunidades virtuales.    

Raisa Urribarrí, profesora de la Escuela de Educación de la Universidad de Los Andes (Venezuela), presentó en una reunión de este proyecto que tuvo lugar en Samaná del 11 al 16 de abril de 1999 un diagnóstico de los usuarios de la Red Académica de la Universidad de Los Andes (Venezuela), señalando en particular que de los 3222 docentes-investigadores de la ULA, aproximadamente la cuarta parte, es decir unos 760 usuarios, tiene una conexión regular al sevicio, con una frecuencia de uso semanal (Urribarrí 1999). El World Wide Web y el correo electrónico son los recursos más utilizados. En la investigación son sobre todo la comunicación con colegas (70%) y la búsqueda de información (68%) el tipo más frecuente de utilizacion de la RedULA, mientras que en la docencia domina la comunicación con los estudiantes en postgrado (52%) y el uso de materiales tomados de Internet (33%) no habiendo cursos en remoto. Un 57% utiliza la red para relaciones privadas, und 20% para entretenimiento y und 16% para hacer compras.    

Entre los factores que dificultan el uso de la red figura en primer lugar la imposibilidad de conectarse a la red local o de obtener una línea telefónica (86%), así como la falta de equipos. Como es de esperar en un medio académico la falta de entrenamiento no figura como un factor de dificultad. Evidentemente que el hecho de tener acceso gratis a la red utilizando el servicio universitario figura como un factor decisivo para su uso. El estudio muestra que en este ambiente sofisticado, los usuarios activos son una elite académica concentrada en la ciudad de Mérida la cual a su vez utiliza la red mas bien en el sentido de receptor de información. Entre las recomendaciones de la autora figura la necesidad de un programa para promover el uso productivo de los recursos digitales, asi como la creación de un servicio cooperativo de valor agregado poniendo a la disposición de los usuarios locales y del resto del mundo información nacional, regional e internacional sobre esta área. Es en este marco donde podemos ubicar en primer lugar la función de las bibliotecas digitales.   

La Internet está cambiando en forma acelerada todos los aspectos de la vida económica, social y cultural. Hay todavía pocos estudios sobre lo que yo llamaría el estudio comparado de sitios del ciberespacio bajo un punto de vista cultural. Esto se refiere a la forma cómo culturas locales - por ejemplo ciudades, regiones, países, pero también individuos, empresas, grupos - se presentan en la red destacando sus peculiaridades culturales por ejemplo a través del lenguaje, los colores, los símbolos etc. Este tipo de estudios debería mostrar no sólo diversos tipos de mestizajes culturales sino también la apertura y la porosidad intercultural así como también la persistencia de prejuicios, preferencias e intereses. Este tipo de estudios podría mostrar también, de qué forma los conflictos políticos y culturales se reflejan en la Internet y qué tipo de problemas genera este espacio que recubre por así decirlo la estructura de límites geográficos, culturales y legales cuya delimitación ha determinado la historia de la humanidad desde sus comienzos. Se trata entonces de algo que incluye pero va más allá de la pregunta acerca de si existe o no por ejemplo una forma específicamente latinoamericana de usar la red como se pregunta Ricardo Gomez (Gomez 2000). Gomez destaca a la Red Científica Peruana (RCP), creada en 1991, y al Instituto Tecnológico de Monterey (TEC) (México) como dos ejemplos del desarrollo de la cultura digital en Latinoamérica. Es evidente que los condicionamientos técnicos y económicos están a la base de las dificultades que surgen por ejemplo cuando instituciones educativas - Gomez menciona la Universidad Javeriana en Colombia - intentan valerse de las nuevas tecnologías para fines educativos. Sin embargo pueden verse también grandes esfuerzos en países como Brasil, Argentina y Chile para promover un uso social generalizado de la Internet. 
 

II. La misión de las bibliotecas en una cultura digital

Es en este momento que podríamos decir de gestación de la cultura digital en Latinoamérica donde la creación de bibliotecas digitales podría y debería jugar un rol ejemplar. Los bibliotecólogos y documentalistas tienen no sólo una larga tradición de conocimientos y técnicas para la adquisición, el ordenamiento, el almacenamiento, la búsqueda y la trasmisión del saber, sino que poseen también una amplia red de instituciones que va desde las grandes bibliotecas nacionales hasta las pequeñas bibliotecas públicas pasando por todo tipo de bibliotecas especializadas y centros de documentación. Visto así, la creación de una cultura digital en Latinoamérica se presenta como una tarea urgente y fascinante a la vez, que depende no sólo de directivas gubernamentales, sino especialmente de iniciativas de base destinadas a crear diversos tipos de redes y servicios que promuevan la integración cultural, económica y política de toda la región posibilitando el entrelazamiento de comunidades más allá de las distancias geográficas que en el caso de Latinoamérica son particularmente notorias. En vez de ser una fuente de peligro que agrave las diferencias entre los pobres y los ricos en información - una diferencia que tiene que ver no sólo con el acceso sino fundamentalmente con la producción de información digital como nos lo decía Daniel Pimienta - una cultura digital enraizada en instituciones sociales de larga trayectoria como son las bibliotecas podría ser un factor importante para el cambio social y el desarrollo democrático en toda la región.    

Una tarea importante de las bibliotecas públicas es la de ofrecer la oportunidad de uso gratuito de la Internet, de modo que las barreras económicas y técnicas que vienen siendo el principal obstáculo de desarrollo, puedan ser superadas. Pero esto es, claramente, sólo una perspectiva parcial que se vuelve "consumista" si se la promueve aisladamente. Lo importante es el desarrollo masivo de fuentes culturales y de iniciativas sociales por parte de comunidades locales, pudiendo estas servirse del know-how y de la infraestructura de los centros bibliotecarios existentes. Es evidente que la cultura digital si bien tiende a relegar a segundo plano los lugares físicos de almacenamiento de la información como lo han sido las bibliotecas durante cientos de años, esto no tiene por que significar necesariamente un divorcio entre el ciberespacio y los espacios reales en los que se mueven las comunidades y en los que se generan informaciones autóctonas (Capurro 1999).    

Naturalmente que las bibliotecas no tienen necesidad de crear por ellas mismas muchos de los servicios que son ofrecidos por un mercado creciente de sitios que van desarrollando una industria digital y con ella nuevas fuentes de trabajo no estatales. Un ejemplo interesante de este tipo es UruguayTotal.com creado a fines de 1997, que ofrece diversos servicios como por ejemplo: direcciones en el web, compras, cultura, deportes, economía, educación, gobierno y política, medio de prensa, industrias, salud, sociedad, contando con más de seis mil suscriptores distribuidos por los cinco continentes (UruguayTotal). Pero las bibliotecas públicas deben equilibrar la creciente comercialización de la red prestando servicios de base, estimulando formas activas de utilización de la red y promoviendo el acceso sobre todo a grupos marginados. Para esto último es necesario también iniciativas poco comunes como la que me comunicó Luis Barnola, estudiante del The Ontario Institute for Studies in Education de la University of Toronto. Se trata de "Telecentros latinoamericanos: Proyecto Piloto de Redes Comunitarias" que es un proyecto en Ecuador coordinado por Roberto Roggiero y patrocinado por diversas instituciones como el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (CIID) y lanzado en 1997. La finalidad de este proyecto es establecer telecentros equipados con computadoras y radiomodems en tres comunidades aisladas del nordeste de Ecuador, poblados donde el medio ambiente ha sido dañado por la producción petrolera (Telecentros 1999).    

Dado los costos de las publicaciones clásicas (libros, revistas) en el campo científico es evidente también que la cultura digital revoluciona tanto el campo de la difusión de información como el de los procesos educativos mismos. Aquí las bibliotecas universitarias así como los centros de documentación científica deben jugar un rol de liderazgo recolectando, digitalizando y haciendo accesible la producción científica local y poniendo a disposición de investigadores, docentes y estudiantes los medios para acceder a la red así como para poder poner en ella los resultados de sus investigaciones. La educación a distancia abre un campo inusitado de aprendizaje, intercambio y comunicación que en tiempos pasados estaba reservado en Latinoamérica a un pequeño núcleo de privilegiados, capaces de financiar sus estudios en universidades extranjeras de renombre.    

Las bibliotecas y centros de documentación juegan un rol fundamental como preservadores y trasmisores de la herencia cultural de ciudades, regiones y países en esta inmensa área geográfica con sus características de relativa homogeneidad linguística pero también de culturas autóctonas. Son las bibliotecas quienes pueden proporcionar a los grupos sociales marginados el acceso a las fuentes de conocimientos así como la creación de centros de ayuda, intercambio y comunicación. Por supuesto que todo esto trae consigo problemas económicos, legales y técnicos así como la tarea cada vez más urgente de educar a los usuarios. Una actitud promotora frente a experiencias nuevas, que no intente de entrada reglamentar en base a "lo que se venía haciendo hasta ahora" es una condición fundamental para no sofocar iniciativas de base. Es necesario en esta situación tomar en cuenta errores e incluso posibles abusos en vistas a una situación que va creando de a poco sus propias reglas, teniendo en cuenta los contextos y los ritmos de aprendizaje diferentes. Se trata siempre, como lo decía el comienzo, de promover culturas digitales, no la cultura digital, es decir de ir integrando el mundo digital dentro de lo que Ortega llama "un programa de existencia".   

En su "Misión del bibliotecario" - que fue el discurso inaugural, leído en francés, en el Congreso Internacional de Bibliotecas en mayo de 1935 - señala Ortega que las profesiones surgen en base a necesidades sociales, las cuales son de carácter histórico. La figura del bibliotecario comienza a dibujarse con claridad poco antes de la aparición del libro impreso en los comienzos del Renacimiento. Es la época en que surge lo que Ortega llama "el libro escrito por un escritor", a diferencia del libro religioso o legal. Es aquí que por primera vez "el libro es sentido socialmente como necesidad" (Ortega 1976, p. 29). Ortega recalca el "socialmente", porque evidentemente antes del Renacimiento tal o cual individuo había sentido dicha necesidad. Pero es durante el Renacimiento donde surge la necesidad de que haya libros. El problema de su catalogación se da recién en el siglo XIX, o sea en la época en que se multiplican las bibliotecas y los bibliotecarios. El proceso de secularización a fines del siglo XVIII y en particular la Revolución Francesa está en la base de la necesidad del libro como vigencia social. Ortega escribe:   

"La sociedad democrática es hija del libro, es el triunfo del libro escrito por el hombre escritor sobre el libro revelado por Dios y sobre el libro de las leyes dictadas por la autocracia." (Ortega 1976, p. 33)

La consecuencia de esto es el reconocimiento del libro como función de Estado, como necesidad social imprescindible. ¿Necesidad de qué? De conservar las ideas, pues es gracias a las ideas que podemos resolver, bien que mal, algunos de nuestros problemas vitales. La imprenta proporciona una solución técnica para la producción de libros, una solución que se torna paradójicamente en un problema: hay demasiados libros y ellos se han vuelto imprescindibles. Cuando una necesidad humana se vuelve imprescindible comienza a transformarse en algo negativo pues nos sentimos esclavos de ella. La profesión del bibliotecario entra entonces, dice Ortega, en la edad madura, es decir en la edad en que las cosas se hacen porque hay que hacerlas y no por capricho. Y de esto saca la siguiente conclusión:   

"Pues bien, he aquí donde veo yo surgir la nueva misión del bibliotecario, incomparablemente superior a todas las anteriores. Hasta ahora se ha ocupado principalmente del libro como cosa, como objeto material. Desde hoy tendrá que atender al libro como función viviente: habrá de ejercer la policía sobre el libro y hacerse domador del libro enfurecido." (Ortega 1976, p. 33)

La pregunta surge hoy, casi un siglo más tarde, espontaneamente: ¿es la cultura digital una forma de "hacerse domador del libro enfurecido"? Es evidente que el libro "como cosa, como objeto material" pierde su consistencia en el medio digital. Y es evidente también que con ello su "función viviente" pasa a primer plano. Es lo que nos dice el término "información" desde su origen latino (informatio), es decir el proceso de modelamiento de la existencia humana a través de la trasmisión del saber (Capurro 1975). Pero acompañemos a Ortega algunos minutos más. El libro aparece encontes "como conflicto". En la selva de los libros, una metáfora adecuada a su objeto, el bibliotecario tiene con respecto al lector no especializado una función similar a la del médico, es "higienista de sus lecturas". Una función y una misión que es la base de los servicios de referencia de las bibliotecas y en particular de las bibliotecas públicas.    

Todo esto presupone que ya sabemos la respuesta a la pregunta: ¿qué es un libro? Una pregunta nada trivial por cierto, por lo menos para Ortega. El libro existe porque hay un cierto decir cuya función no es hacer algo más allá del decir mismo. Este tipo de decir lo denominamos hoy, en términos de la teoría de lo actos lingüísticos de John Austin, "actos ilocucionarios", a diferencia de los "perlocucionarios". El decir ilocucionario es un decir que, en palabras de Ortega no se propone "nada allende de él", sino que por el contrario "lo que se propone es dejarlo dicho y nada más." (Ortega 1976, p. 51). ¿Qué es el libro?   

"El libro es, pues, el decir ejemplar que, por lo mismo, lleva en sí esencialmente el requerimiento de ser escrito, fijado, ya que al quedar escrito, fijado, es como si virtualmente una voz anónima lo estuviese diciendo siempre, al modo que los "molinos de oraciones", en el Tibet, encargan al viento de rezar perpetuamente. Este es el primer momento del libro como auténtica función viviente: que está, en potencia, diciendo siempre lo que hay que decir - 'ta déonta eirejontos' (Fedro 234e)

Claro está que la fijación impresa y la fijación digital son sólo superficialmente semejantes. En cierta manera hablar de una biblioteca digital podría interpretarse como un oxímoron o una contradictio in adjecto. El carácter fugaz e interactivo del medio digital se asemeja más a la oralidad. En otras palabras, la cultura digital es una cultura híbrida y de aquí nace su fascinación. Pues es así, como lo indica Ortega retomando al Fedro de Platón, que la escritura y en particular el libro impreso pierde el contacto con la situación vital que le dio lugar y la deja tácita. Para entender lo escrito es preciso que el lector reviva una situación que es ineludiblemente también su propia situación vital, es decir que piense. Para aprender a leer hay que aprender a pensar. Esta es justamente la tarea del logos viviente, es decir del diálogo a la que alude Platón. El medio digital permite justamente una forma de interacción que en el caso del libro se presenta sólo como ausencia. Platón lo dice más claramente: es la ausencia del padre.    

Ahora bien, siendo la cultura digital una cultura híbrida, se da aquí el caso de un medio en el que puede tener lugar la conjunción de la oralidad y la escritura, del hablar y del leer, y esto a escala no sólo local, sino mundial. Todo un mundo de preguntas y posibilidades se abren en estos momentos, para cuyo manejo utilizamos palabras como: bibliotecas digitales, comunidades virtuales, listas de correo electrónico, avatares, comercio electrónico, etc. Con ello tiene lugar también un cambio de la "misión del bibliotecario" que describimos con términos como cibernauta, administrador de la información y administrador de conocimientos. La nueva situación histórica reclama una redefinición de la misión del bibliotecario. Esta no consiste ya sólo en preparar una bibliografía, seleccionar lo que una biblioteca debe contener y orientar al lector sino también en organizar estas actividades en el medio digital integrando sus cualidades específicas y en especial su carácter interactivo. Esto último facilita en principio la inserción de lo escrito en la situación vital y esta es, evidentemente, siempre concreta, aquí y ahora, en esta región, en esta comunidad, con esta historia y estas necesidades, sean en Latinoamérica o en otra región del mundo.   

En el prólogo al Diccionario Enciclopédico Abreviado publicado en Buenos Aires en 1939 habla Ortega de la pérdida de "un saber esférico, redondo-enkyklos" que creían poseer los enciclopedistas del siglo XVIII. Nosotros, dice Ortega,    

"tenemos una conciencia más viva de lo fragmentaria que es y que será siempre esa sabiduría, aun contando junta toda la que vive desparramada entre los hombres." (Ortega 1962, p.138)

No deja de ser curioso que justamente en el momento en que la fragmentación del saber llega a su límite entremos en un proceso de globalización la cual se nos presenta justamente como lo contrario de un saber y de una sagesse ordenada enciclopédicamente. Esto es lo que vio claramente Ortega y a lo que alude con una de sus metáforas favoritas, la del naufragio:   

"el saber se ha convertido en algo, por lo pronto, indomable, oceánico. Una vez más el hombre naufraga en su propia riqueza. La cultura o sabiduría no se nos presenta como una clave que nos permite dominar el caos y la confusión de la vida, sino que ella misma, por su crecimiento fabuloso, se ha convertido a su vez en selva donde el hombre se pierde." (Ortega 1962, p.139)

Naturalmente que esta experiencia de naufragio es la situación diaria de un cibernauta que se lanza a un surf en el océano de la Internet. ¿Qué hacer? Ortega nos da dos consejos, que si no hubieran sido escritos en 1939 podría pensarse que lo han sido hoy. El primero es:   

"Queramos o no tenemos que manejar nuestra sabiduría, flotar en ella como en un elemento proceloso." (Ortega 1962, p. 139)

Esto lo llamamos hoy management de la información y del saber.    

En segundo lugar tenemos necesidad de "máquinas culturales". El "libro-máquina" al que alude Ortega es un instrumento al servicio de tres tareas que constituyen el meollo de la misión del bibliotecario en una cultura digital. La primera tarea es la de selección o "poda". Ortega habla de la necesidad de "reconquistar la sobriedad de la cultura" (Ortega 1962, p. 142). Tanto la cultura del libro como la digital se caracterizan por sus caóticas protuberancias. La sobriedad es una virtud clave en esta situación. En segundo lugar se refiere Ortega al cultivo del "talento sintético". Las tareas de síntesis y de estructuración de la información y del saber pertenecen al canon tradicional de la actividad profesional de bibliotecólogos y documentalistas. La capacidad de síntesis es una segunda virtud que Aristóteles llamaría "dianoética". En tercer lugar se trata de mecanizar lo mecanizable, o, en nuestro términos, de digitalizar lo digitalizable a fin de "libertar la memoria" facilitando el manejo del tesoro cultural externalizado. Dicho proceso de externalización tiene como consecuencia el desarrollo de mecanismos que nos faciliten la búsqueda del saber almacenado en "el libro-máquina". El arte de la búsqueda intelectual es lo que llamamos en nuestra profesión el information retrieval, lo que podemos latinizar con el término de ars quaerendi, el arte de buscar y de preguntar. Esta es la tercera virtud a cultivar en el marco de una cultura digital (Capurro 1986).  
  

Conclusión

Permítanme terminar estas reflexiones destacando los dos puntos siguientes.   

El rol de las bibliotecas y de los centros de documentación está íntimamente ligado a las funciones y los servicios que los bibliotecarios y documentalistas han venido ofreciendo al público durante siglos. Se trata entonces de un nuevo desafío cultural frente al cual los profesionales en el campo del manejo del saber con sus técnicas de selección, ordenamiento, almacenamiento, búsqueda y trasmisión deben contribuir con un aporte al mismo tiempo local y transcultural, creando redes destinadas a abrir perspectivas de desarrollo cultural, económico y político.   

En segundo lugar quisiera recalcar que el desarrollo de una cultura digital debería dirigirse en vistas a fomentar iniciativas de base. Estas deberían surgir paralelamente a una política estatal que desarrolle servicios digitales en sus propias instituciones, particularmente en las bibliotecas públicas. Una política liberal en el campo de la información no significa dar rienda suelta a una economía que margine aún más a los ya marginados, sino que, por el contrario, debe apoyar proyectos destinados a promover la iniciativa y la creatividad de quienes habían quedado desligados del proceso educativo por razones de aislamiento geográfico, técnico y económico.   

Enseñar a leer y escribir y conjuntamente también enseñar a pensar y a investigar significan hoy día, en una cultura digital, enseñar a utilizar los nuevos medios de información y comunicación, despertando el interés por el desarrollo de sí mismo, como individuo y como comunidad, en vistas a una cultura en la que se entrelacen el face to face y el interface. Una cultura digital en Latinoamérica sólo puede surgir si los latinoamericanos la crean por sí mismos, para sí mismos y para los otros.   

   

Literatura

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Ultima modificación: 30 de mayo del 2000

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